No, no temas. No voy a hablar de lo importante que es la educación financiera en un país que piensa que hablar de dinero es de mala educación, que considera que las finanzas son tan complicadas que nunca las entenderás, o que para invertir hace falta ser un gran experto del mercado de valores o, lo que es peor, un tiburón sin escrúpulos.
No. De educación financiera se habló largo y tendido la semana pasada con ocasión del festejo- por todo lo alto- de la semana de la idem, y hablaron todos los medios, todos los bancos, todas las entidades financieras, fundaciones, instituciones públicas y privadas, compañías, youtubers y más fauna social que se sumaron a la celebración de lo que, contradictoriamente, no existe. Hasta en comma hemos hablado de este tema también. Porque si algo falta en nuestro país es educación sobre el capital. Solo un dato: un 44% de la población no comprende conceptos fundamentales como el interés, la inflación o la diversificación de riesgos. U otro más, ¿sabes que más del 35% de los trabajadores no entiende su nómina?
Para ilustrar este post he ido a buscar enlaces a distintas iniciativas existentes- manuales, contenidos, eventos, debates… – pero es tal la avalancha que me cuesta decidirme entre tanta homogeneidad. Todos dicen y hacen lo mismo. Sin embargo, y mirad qué casualidad, en ningún caso se ha hablado de lo que la comunicación podría hacer al respecto. Así que aprovecho el resquicio y me cuelo por aquí con el ánimo, el único, de cambiar enfoques.
Pero, ¿cuáles son estos enfoques? Estos son algunos de los que se me ocurren, pero seguro que hay muchos más. Lo mismo te animas a sugerirlos. Abiertas estamos.
Una boca y dos orejas
Aunque pudiera parecer que he perdido el oremus por hablar de fisonomía humana en un artículo sobre finanzas, esta afirmación viene tan al caso, que no debería sorprendernos. Hay una frase que ronda por ahí, de autor/a desconocido/a, que afirma que “tenemos una boca y dos orejas, para hablar la mitad y escuchar el doble”. Creo que ahí está la clave principal de cómo se ha afrontado la educación financiera en España. Un número infinito de entidades – sean del cariz que sean- hablando sin parar, vomitando recomendaciones, conceptos, manuales, definiciones… Así hemos llegado a un contexto de infoxicación temática como el que estamos viviendo – que se hace especialmente patente esta semana de celebración- y con los índices de lectura (dejo aparte los libros) más bajos de la historia (la imagen gana por goleada). Cientos de miles de contenidos intentando ilustrar a supuestos ignorantes financieros que no saben que lo son o, lo que es más grave, que no les interesa saberlo. Es más, que no les preocupa serlo porque ni siquiera se han parado a pensarlo.
Solo se habla, pero ¿quién escucha? ¿Qué dicen? ¿Qué quieren? ¿Qué sienten? ¿Qué les urge? ¿Qué temen?… Aportar contenidos – algunas veces buenos; otros, de una mediocridad sorprendente- a un lago al que nadie va a ir a pescar, se me antoja una especie de autoengaño, un cubrir el expediente de “mi aportación al asunto” sin pararnos a pensar si realmente merece la pena el esfuerzo y los recursos dedicados.
Puedes leer al completo el post de Silvia Albert, CEO de Agencia comma, aquí: https://agenciacomma.com/comunicacion-corporativa/comunicacion-y-educacion-financiera/